martes, septiembre 20, 2011

Elogio de la glotonería, en elnocturnodiurno

(Desayuno para uno/ Víctor Jurado)
“Comer como pelón de hospicio” era una frase común todavía hace unos años. Hacía referencia a los chicos que habían sido abrigados por la caridad, pública o privada (una por obligación, otra por remordimiento), para evitar que terminaran en la calle y “se fueran por el mal camino”. La frase parece dibujar a esos personajes que Luis Buñuel presentó de manera inmejorable en su joya mexicana Los olvidados (1950), donde la sobrevivencia pasa por el hambre y, muchas veces, por el agandalle. Los niños abandonados, ésos que fueron una afrenta nacional entonces y que originaron peticiones de expulsión para el fundador del surrealismo cinematográfico, hoy son cosa común. Se pasean frente a nuestros ojos que han aprendido a mimetizarlos con el paisaje. Como si fueran un árbol, o un semáforo, o una coladera. Ellos también deben comer como pelones de hospicio. De esos orfanatos sólo queda el recuerdo. Las alcantarillas son su manifestación contemporánea, los portales del Metro, las casas abandonadas y en litigio, los autos abandonados en la vía pública, los parques, las fuentes. Se reproducen como hormiguitas. Uno puede estar atento a un agujerito, que por ahí, seguro, se deslizan uno detrás de otro. Como se muestra en De la calle (Gerardo Tort, 2001), una visión descarnada, pero realista, de lo que es vivir como niño de la calle en la Ciudad de México. Y, después de todo esto, me da pena decir el motivo de mi post. Pero lo haré: en estas fiestas patrias, comí como pelón de hospicio.

lunes, septiembre 12, 2011

Lo nuevo el elnocturnodiurno, columna de la semana

(Foto: La patria imperial/ Víctor Jurado) 

López
Considero que el más grande escritor que ha tenido mi país, México, es Jorge Ibargüengoitia. Es un juicio que los más fundamentalistas me reclamarán. Rulfistas, Arreolistas, Reyistas y, probablemente, hasta Crackistas me dirán que los méritos del cuevanense son escasos debido a que sus obras no eran “serias”. Y es probable que yo les dé razón en ese momento, pero también es cierto que para mis adentros seguiré pensando que están bien pendejos.

(Seguir leyendo por aquí).

Lo nuevo en Soundtracks impresos de artist mx

Lo malo de las jiras es que crean adicción
Federico Arana es, sin lugar a dudas, uno de los nombres clave entre los autores a quienes se puede relacionar tanto con los movimientos contraculturales en México como con la historia del rock en nuestro país. De su autoría es esa joya híbrida, en términos de género literario (o periodístico), denominada Huaraches de ante azul, una revisión de la historia temprana del rock en México; tanto de sus intérpretes como del impacto de discos y artistas provenientes de otras latitudes rocanroleras.
Incansable difusor científico (valgan como evidencia sus aportaciones como ilustrador para diversos materiales didácticos del sistema educativo mexicano y su Manual de ecología para principiantes) y escritor prolífico, el Incansable Hombre Arana, como se le ha nombrado en algunas ocasiones, tiene también una banda de rock que se dedica a coverear clásicos del rock con humor corrosivo y crítica social a granel. Aunque su aspecto parece más el de un dirigente sindical trasnochado que el de un rocanrolero duro, es claro que Arana tiene mucho que decir en lo que a cuestiones rocanroleras y musicales se refiere.
(Seguir leyendo por aquí).

jueves, septiembre 08, 2011

Nueva aventura

En una nueva aventura, en un nuevo año. Mi primera colaboración para el proyecto el nocturnodiurno que ha visto la luz en la ciudad de Managua. Andaré por allá seguido. Si andan por acá les avisaré. Mi primera colaboración sobre el chupe y sus relaciones.

Abrimos a las 6

agosto 11th, 2011  |  Publicado por Edgar Adrián Mora
Hay bares de 24 horas, pero las barras libres sólo son en horarios establecidos. Aquellos en los cuales puede asistir más gente o cuando es más fácil enganchar a los bebedores empedernidos a fin de obligarlos a seguir consumiendo a precio de lista. Se puede tomar todo lo que se pueda, hasta que el cuerpo aguante. Pantagruélico festín alcohólico con dos destinos probables: el suelo o la inconsciencia. O ambos, si decadentes andamos. Porque la libertad de explorar la realidad alternativa del sueño también está incluida. No cualquier antrillo ofrece barra libre. Sólo aquellos en los que conviven el grito, el descalabro, la música a todo volumen y los barman apresurados y muertos de sed. Al cantinero también le conviene que la embriaguez los invada. Joderán menos entre más borrachos estén. A chupar, que el mundo se va a acabar…