jueves, julio 31, 2008

Operación Bolívar


Édgar Clément publicaba sus historias en esa añeja aventura editorial llamada El Gallito Comics que Víctor del Real lanzó a principios de los noventa con una intención parecida a la de la argentina Fierro. En esas páginas fue donde se publicó por primera vez Operación Bolívar, una novela gráfica la mar de entretenida y con una serie de referentes culturales que se hace una lectura obligada en un país en donde la tradición historietística contemporánea se halla en un letargo muy cercano a la inexistencia.
           La trama se compone de las aventuras de Leónidas (Leonel) un cazador de ángeles, que descubre un complot para apoderarse del mercado continental de drogas. Una de las drogas más importantes es, precisamente, el polvo de ángel, que se consigue machacando los huesos de los angelitos capturados (muertos). En la operación se inmiscuyen arcángeles corruptos, policías judiciales, el ejército mexicano y el ejército gringo.
          Con un desarrollo estridente y que no deja de moverse hacia un desenlace un tanto desencantado, la historia hace eco de las inquietudes de una generación que vive (vivimos) la conciencia de una sociedad de la apariencia y de la simiulación, que no encuentra la manera de descubrirse dependientes, y menos tiene la capacidad de sacudirse esa dependencia.
           Con una calidad gráfica que en lo ecléctico tiene uno de sus aciertos, Operación Bolívar es una lectura atractiva, funciona de maravilla en la creación de nuevos lectores jóvenes, ya que la cercanía de los referentes cercanos al barrio, al centro histórico de la Ciudad de México, a la corrupción y las contradicciones identitarias, lo vuelven una expresión de algo que se conoce, pero que se puede mirar de otra manera. Muy recomendable.


Acá el prólogo del libro, escrito por Víctor del Real.

miércoles, julio 30, 2008

Protometapos... hueva


El hombre se ha vuelto perezoso. El hombre en términos de humanidad. Y la humanidad en términos de intelecto. Desde que se inventó esa cuestión mágica (aprovechable para eludir la necesidad de una comprensión extensa, compleja y unitaria) que es la posmodernidad, resulta que cualquiera se las puede dar de filósofo, intelectual o pensador profundo.
          Lo anterior viene a cuento por la encrucijada en la que me puso el justificar teóricamente algún concepto de mi renovada (y ahora sí...) nueva tesis de grado. Trato de encontrar la respuesta a la posibilidad de enfrentarse al estado de cosas desde el arte. Y el estado de cosas (que no sólo es material, pero que también es material) se mantiene gracias a las ideas y construcciones imaginarias que hacemos de éste. La ideología.
          Y mirando bien, nadie en los ámbitos de la teoría "posmodernista" se quiere aventar la tarea de explicar una cuestión tan importante para comprender el lugar que tenemos en el mundo y la forma en que nos relacionamos. En vano hurgué en esas cosas llamadas "estudios culturales", "estudios poscoloniales" (como si la real independencia se diera con el término de la sujeción política), "psicología de lo cotidiano", el "análisis del poscapitalismo" y tantas más. Me encontré textos que a lo más son descripciones densas de determinados fenómenos sociales, pero que no constituyen por sí mismos una teoría.
          Vivimos en la pereza de la fragmentación, la "especialización" y lo descriptivo. En la creencia de que el mundo es "tan complejo, tan diverso, tan grande" que no puede explicarse con una sola teoría y tiene que fragmentarse su intento de comprensión para hacerlo asequible a una masa que, enfrentémoslo, necesita cada vez más creer que ha comprendido algo. Por ahí queda algo de pasión y fuerza creativa en gente como Jürgen Habermas (señorón), pero la crisis de pensamiento es evidente.
          Ahora se analizan los objetos (Baudrillard), el consumo de esos objetos (Lipovetski), la forma en que se nos venden esos objetos (Sartori)... Nadie repara en las alternativas a esas descripciones desde el interior del propio sistema que los hace posibles (el capitalista, por si hay que acotarlo). De hecho pareciera que esa producción editorial está dirigida más a la venta de libros que a la posibilidad de generar sujetos (el que por su subjetividad puede elegir, pero también el que se encuentra atado [sujeto] al mundo en el que existe) que puedan comprender realmente su lugar en el mundo.
          Mejor echemos la hueva y aleguemos incapacidad de comprensión plena. Vámonos por partes. Si no hay futuro, para qué preocuparse. O si el futuro es tan brillante (no por elección es claro, sino porque el sistema así lo permite para ese sujeto, que sin lugar a dudas sigue Sujeto), para qué preocuparse.
          Al final, la respuesta la encontré en Marx. El señor con barbas que se parece a Santa Clós pero que no vende Coca Cola. Y en Gramsci. Y en Althusser. Que no se dejan leer tan fácilmente. Que se editan en papel revolución (por si habría que ser redundante). Que se pueden bajar de internet. Tal vez no estén de moda. Pero, al menos, trataban de dar respuestas. Y respuestas totales.
          En fin, como sujeto uno podría aprender de los clásicos "rebasados y anacrónicos". O seguir echando la hueva.

martes, julio 29, 2008

Suspensivos


Tres puntos
suspenso
silencio

tres latidos
corazón
abierto

un suspiro
tres segundos
delirio

ojos cerrados
recuerdo
saliva

escalofrío
tres dedos
abrazo

tres sueños
morir
despierto

[...]

lunes, julio 28, 2008

Mierda caliente o mierda fría...



En algún artículo de Charles Bukowski, éste afirmaba que las opciones que ofrecía el partido republicano con respecto al partido demócrata era, en la realidad, una nulidad de opciones. Escoger entre dos cuestiones corruptas implicaba, a decir de Bukowski, escoger entre mierda caliente o mierda fría.
         Una sensación parecida me despertó leer el artículo de Mario Vargas Llosa (que no es ni mi escritor, ni mi opinador favorito, pero que sin lugar a dudas, es) titulado "Para la historia de la infamia", en el cual desdobla la historia de Zoilamérica, la hija adoptiva del general José Daniel Ortega Saavedra, flamante presidente de Nicaragua (el segundo país más pobre de AL, sólo después de Haití), que acusa al hoy presidente de haber abusado de ella sexualmente durante más de 20 años. El acoso, narra Vargas Llosa, se inició desde que Zoila... tenía 11 años.
         La nota se deriva de que la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos acaba de dar entrada a la denuncia. La misma que fue rechazada por las instancias nicaragüenses. Y por la hipócrita política de la OEA, que afirma la imposibilidad de llevar a juicio a un presidente en funciones.
         La sensación a la que hago referencia en la cabeza de este post tiene que ver con las denuncias que se hacen de los gobiernos de derecha en una región en donde la lucha de la oposición izquierdista tiene un aura de pureza que, sin ayuda alguna, se están quitando con noticias como éstas. La opresión, venga del lugar o de la postura política que venga, finalmente es opresión. Y algo tendrá de similitud, en estos términos, el Chile de Pinochet y la Cuba de Castro. O la Argentina de los niños robados a los padres presos, y la Nicaragua de presidente pederasta. Lo dicho: ¿mierda caliente o mierda fría?

Acá el artículo de Vargas Llosa.

domingo, julio 27, 2008

Hay un hombre



Hay un hombre parado a mitad de la calle.
Lo veo por la ventana de mi cuarto.
La calle está desierta y el hombre permanece inmóvil.
Es de noche y el viento se acurruca en los quicios de las puertas.
A lo lejos una sirena policial descarga sus ráfagas de azul y rojo.
El hombre vuelve la vista y me clava su mirar perdido.
Las ojeras son cada vez más profundas.
Me mira fijo a los ojos.
Trato de mirar hacia otro lado, pero el cuello se me ha entumecido.
El hombre sacude la cabeza y sonríe amargamente.
Pasa su mano por el cabello despeinado.
-Deberías pasar menos tiempo frente al espejo- me dice.
Luego desaparece.
Al fin puedo bostezar.
Amanece.

sábado, julio 26, 2008

Persépolis



Sin duda, Persépolis, la cinta animada de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, representa uno de los puntos más altos en mi modesta cultura cinematográfica.Una película conmovedora en muchos sentidos, del cual no se puede definir cuál tiene más peso, si el artístico o el emocional. Basado en el comic del mismo nombre, presenta la historia de una mujer iraní que contacta con Occidente sin poder desprenderse (sin querer desprenderse) de su herencia histórico-cultural. Una cinta que comienza luminosa y con un humor a las nubes y que termina un tanto autorreflexiva y sombría. Una de las grandes obras del cine. Maravillosa.

Pd. Los que vivan en el DF todavía la pueden atrapar en la Sala 2 de la Cineteca Nacional.

viernes, julio 25, 2008

A un año


Se cumplió el pasado 19 de julio un año del fallecimiento del genial humorista Roberto Fontanarrosa, el creador de Boogie el Aceitoso, Inodoro Pereira y colaborador habitual de Les Luthiers.
          Durante el III Congreso de la Lengua Española que se llevó a cabo en la ciudad argentina de Rosario el 20 de noviembre de 2004, realizó una charla titulada "Sobre las malas palabras" que acá les dejo para que vean el calibre y la forma de pensar de este maravilloso ser humano y caricaturista.

Parte 1


Parte 2

jueves, julio 24, 2008

Perros intentando agarrar su propia cola (Sobre El laberinto de la soledad


Me dirijo, de esta forma, a las individualidades colectivas, tanto como a las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.
CÉSAR VALLEJO


Uno de los datos que la mayoría de los mexicanos más o menos informados tiene acerca de cultura general es aquél que responde a la pregunta de quién es el único mexicano que ha ganado el Premio Nobel de Literatura, ese galardón que es ambicionado por la mayoría de las personas que, dedicadas a las áreas en las que la Academia Sueca entrega los premios, tiene como máximo objetivo dentro de su ascenso hacia el reconocimiento. Ese dato se ha convertido en una más de las cosas que se asumen sin detenerse a pensar en las razones por las cuales se otorga la respuesta casi automática.
          Saber que Octavio Paz es el único Premio Nobel mexicano, implica de entrada una inexactitud, en realidad son dos los mexicanos que se han hecho acreedores al premio, el científico Mario Molina obtuvo el galardón en el área de la Química en años recientes. Por otro lado, implica una memoria que ha quedado impresa más como un dato mnemotécnico que como un conocimiento consciente de su obra. De esa obra fecunda en dos géneros literarios preponderantemente: la poesía y el ensayo. Es en este último en el que se inscribe el libro que ahora nos preparamos a reseñar: El laberinto de la soledad.
          Paz va a escribir esta obra en 1950, en la mitad justa del siglo XX como una forma de explicar(se) la razón por la que el mexicano es como es. Este trabajo es la descripción de lo que representa ser mexicano, buscando la respuesta a esta cuestión en la historia. Posteriormente, en 1969 escribirá desde Austin, Texas, una extensión a la primera versión a la que titulará Postdata (en el que intentará poner en perspectiva histórica los hechos de 1968, referidos a la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco), ya que, como él mismo lo apunta al inicio de esta parte extra, asegura que es una extensión de aquello que había escrito casi veinte años antes. El laberinto... se convertirá con el tiempo en uno de los pilares fundamentales del desarrollo del pensamiento en lengua española que un latinoamericano hacía sobre su propia identidad y que, en muchos casos, podía proyectarse a situaciones similares en otras partes de Latinoamérica. Con este ensayo magistral, Paz continuaba con la obra de Alfonso Reyes que en La X en la frente ya comenzaba a deslindar, con un sentido del humor agradecible, las características que pertenecían a esa identidad trunca que era la identidad mexicana. Samuel Ramos hará otro tanto con una de sus obras más famosas, Psicología del mexicano, mientras que Roger Bartra con La jaula de la melancolía terminaría con esa tarea comenzada en esos años precedentes. El caso de Ibargüengoitia con Instrucciones para vivir en México, se cuecen aparte porque la intención es lúdica más que analítica o filosófica.
          Paz asegurará, en una entrevista con Claude Fell en noviembre de 1975 y publicada en la revista Plural, que lo hecho no tenía que ver con el esfuerzo que esos pensadores precedentes hicieron dentro de su época. Mientras ellos propugnaban por descifrar el ser del mexicano, Paz intentaba interpretar su historia. “El mexicano —afirmará en Postdata— no es una esencia sino una historia”. Es a partir de esa historia que el poeta comienza a desarrollar un trabajo de interpretación de lo mexicano partiendo desde distintas zonas. Se enfrenta a ello, por ejemplo, desde el lenguaje popular; desde la interpretación histórica de acontecimientos inaugurales o traumáticos de la historia nacional; desde la observación de la manera en que el entorno histórico se manifiesta en las actitudes y creencias de los mexicanos en la vida cotidiana; desde el desciframiento de los mitos; desde la disección del dolor histórico.
          El libro está dividido en nueve partes que se constituyen, con suma facilidad, tanto en textos que pueden ser concebidos por separado como en piezas de un rompecabezas multiforme. Tales partes son: “El pachuco y otros extremos”, “Máscaras mexicanas”, “Todos Santos. Día de muertos”, “Los hijos de la Malinche”, “Conquista y Colonia”, “De la Independencia a la Revolución”, “La “inteligencia mexicana””, “Nuestros días” y un apéndice al que titula “La dialéctica de la soledad”. El orden de tales capítulos implica, en algunos casos, una justificación cronológica con respecto a los procesos descritos y, en otros, una progresión conveniente si tomamos en cuenta los conceptos que el autor va desgranando a lo largo del texto.
          El laberinto de la soledad habla de las circunstancias y características en las que es posible identificar lo que el mexicano es como habitante de una nación que nunca acaba de encontrarse. Paz comienza describiendo un proceso en el cual la construcción de la identidad es uno de los fenómenos más preocupantes y visibles de todos: la idea del pachuco como un ser escindido que busca una identificación cimentada en su doble referencia identitaria, por un lado la que le viene de nacimiento (los orígenes, los mitos, la “forma de ser” mexicano) y por el otro aquello a lo que ambiciona pertenecer (lo gringo, lo ajeno, lo considerado superior). Sin embargo, en ese proceso se llega a una especie de descubrimiento en que salta a la vista el proceso doloroso y continuo de construcción de la identidad.
          Los capítulos siguientes aluden a la capacidad del mexicano para camuflarse, de muy diversas maneras, para no descubrirse (ante sí y ante los demás), desarrollando para esto la posibilidad de ocultarse ante los demás, para pasar desapercibido. Es encomiable y harto luminosa la búsqueda que Paz hace en este libro del significado de las palabras y las frases que se usan comúnmente para describir maneras de comportamiento y manías heredadas. La idea de no abrirse ante el extraño, ante el extranjero, de una negación ante la rendición que no tiene que ver con una conciencia activa en cuanto a sus realizaciones se ve sintetizada, según Paz, en esa frase que se ha convertido hasta en himno de inflamado patriotismo: no te rajes. Rajarse es abrirse, abrirse es perder. Ante eso, la resignación y la resistencia pasiva es preferible. En esa lógica de la historia y de la construcción de la identidad, es más heroico resistir la violencia que ejercerla.
          El Nobel mexicano va a fundamentar su diatriba y su pasión explicativa en hechos históricos y en sesudas observaciones que tienen su origen en la vida cotidiana. Para Paz, es necesario resolver el enigma que representa el proceso de pérdida-construcción-asimilación-transformación de la identidad nacional desde la revisión e interpretación histórica. En alguna parte del texto afirmará: “En suma, la historia podrá esclarecer el origen de muchos de nuestros fantasmas, pero no los disipará. Sólo nosotros podemos enfrentarnos a ellos. O dicho de otro modo: la historia nos ayuda a comprender ciertos rasgos de nuestro carácter, a condición de que seamos capaces de aislarlos y denunciarlos previamente. Nosotros somos los únicos que podemos contestar a las preguntas que nos hacen la realidad y nuestro propio ser”.
          El autor comienza a desgranar esas observaciones y juicios prácticamente remitiendo su reflexión hacia el origen. Un origen que se parte en dos vertientes: por un lado, la imagen de la muerte como una figura tutelar, al mismo tiempo amiga/compañera, como aliada/disfraz; por el otro en un origen que recurre a una referencia biológica pero que centra el análisis en una figura mítica: la madre. Para Paz, la idea de la madre está resumida en la expresión de la Chingada. Ese vocablo que aparece cada 15 de septiembre en México, fecha en la que se celebra la independencia de la Corona española: ¡Viva México, hijos de la Chingada!, representa la confirmación de esa relación conflictiva del mexicano con su identidad. El grito va dirigido hacia un extraño inidentificable, es afirmación que al mismo tiempo es agresión contenida. Los otros fuera de ese grito son los que no se asumen como parte de los que gritan. Los extranjeros, los extraños, los otros que no soy yo, o que no son como yo. Acerca de la Chingada como figura mítica, Paz va a decir: “¿Quién es la Chingada? Ante todo es la Madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la “sufrida madre mexicana” que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre.”. Si la Chingada es la madre violada, estamos ante una de las disyuntivas que se plantea el mexicano como cuestión de búsqueda de identidad y de su propio origen. El padre violador aparece entonces como otra de las figuras inaugurales de ese Partenón mítico: el Gran Chingón. Es apasionante la forma en la que Paz hace eco de las palabras para transformarlas en referencias significativas acerca de las respuestas a preguntas concretas: ¿qué somos? ¿cómo nos hemos formado? ¿de dónde venimos? ¿hasta dónde llegaremos? Las palabras, tal como el Paz poeta aconsejaba en un poema, son cogidas del rabo, desmenuzadas, destripadas, y tal como lo preveía, las putas chillan.
          Si quisiéramos resumir el interés y el contenido de este libro, bastaría con decir que desmenuza de manera acertada las referencias míticas que el desarrollo histórico de un país como México ha generado y asimilado imperceptible e inconscientemente. Mito e Historia se confunden, se mezclan y se reconocen en este trabajo, monumental por las posibilidades de interpretación que abrió para entender la originalidad y la incertidumbre de saber quién somos. Al final del libro esperamos encontrar una salida adecuada al laberinto en el que hemos dado vueltas sobre el mismo círculo o, como decía Goethe, como un perro pretendiendo atrapar su cola.

Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México,
Fondo de Cultura Económica,
1997 [1950].


martes, julio 22, 2008

No debes amarme, de Leonard Cohen



You do not have to love me
just because
you are all the women
I have ever wanted
I was born to follow you
every night
while I am still
the many men who love you

I meet you at a table
I take your fist between my hands
in a solemn taxi
I wake up alone
my hand on your absense
in Hotel Discipline

I wrote all these songs for you
I burned red and black candles
shaped like a man and a woman
I married the smoke
of two pyramids of sandalwood
I prayed for you
I prayed that you would love me
and that you would not love me.

Las voces de los muertos vivientes (acerca de La visión de los vencidos)


...Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada. Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y le dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza. Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, degarrados quedaron sus cuerpos. A aquellos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Ya había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse...

Lo anterior no es ninguna descripción de un libro de Stephen King. Tampoco es una escena de alguna película de terror llena de asesinos seriales o de psicópatas indestructibles. De hecho, si la sinceridad nos llega a tocar en algún momento, podríamos decir que lo relatado supera, con mucho, las hazañas cinematográficas de Freddie Krueger, Michael Myers, Jason y demás personajes estrafalarios que habitan desde ya el inconsciente colectivo de Occidente. Pero no. Lo relatado pertenece al plano de lo histórico y de lo dramáticamente latinoamericano. Describe con minuciosidad una de las primeras escenas violentas (que después parecieron instituirse en indestructible tradición) con que se fundaron los principios de vasallaje de los pueblos de Latinoamérica. En este caso concreto, el del libro que tocamos, se trata de la caída del imperio mexica en manos de los conquistadores españoles comandados por Hernán Cortés.
         Pero vayamos por partes. De entrada podemos preguntarnos: ¿cómo nos han enseñado que se dio la Conquista de América? ¿A partir de las voces de quiénes es que hemos creado una imagen mental e histórica de lo que fue la masacre e imposición militar de una cultura sobre otra? La respuesta la tienen las bibliografías especializadas y los libros de texto que los gobiernos latinoamericanos producen para que sus habitantes tomen conciencia de quiénes son. En estos textos se reproducen las voces de unos de los implicados en tal proceso. Voces extranjeras, en el tiempo y en el espacio. Relatos de europeos que dan constancia, desde diversas perspectivas e intereses, de la gran empresa americana que significó a la larga el nacimiento de eso que hoy llamamos Latinoamérica. Llegado a este punto, nos preguntamos: ¿y cuál era, entonces, el papel de los conquistados? ¿Acaso eran mudos o no tenían posibilidad de preservar la memoria acerca de lo que les había ocurrido? Evidentemente no. De hecho, existieron varios métodos por medio de los cuales los descendientes de todas esas culturas sojuzgadas conservaron la memoria de lo que les había ocurrido. La transmisión oral, la pintura ritual y, sí, también, testimonios documentales.
         Esos documentos representaban, a pesar de las mediaciones interpretativas y de producción por las que habían pasado, la voz que se resistía a quedarse en el olvido. Esas voces quedaron registradas en diversos soportes: pictórico—lingüísticos (los códices, entre los que podemos mencionar los más utilizados: el códice Florentino, el Aubin, el Lienzo de Tlaxcala, el códice Ramírez, entre otras fuentes); los que se transmitían oralmente (los Cantares); y los, estrictamente, documentales (por ejemplo, los testimonios que Bernardino de Sahún recogió entre los indios sobrevivientes del choque militar).
         Todas esas referencias y fuentes hicieron posible la creación de un documento que incluyera las visiones (dicho esto en más de un sentido) de esos pueblos conquistados. Pero, ¿quién se atrevería a acometer tal empresa? Vayamos un poco atrás en el tiempo. Estamos en el año 1959, un joven historiador descubre las traducciones al español de testimonios indígenas hechos por un apasionado investigador de la historia prehispánica, don Ángel María Garibay. A partir de esos textos, el historiador decide compilarlos, organizarlos, compararlos y, combinados con sus propias traducciones, convertirlos en un documento que daba, ¡por fin!, voz a esos hombres victimizados y esclavizados. El entonces joven historiador se llama Miguel León—Portilla.
         En ese sentido, ¿de qué habla La visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista? Trata cronológicamente el proceso que condujo a la conquista militar y al sojuzgamiento del imperio más poderoso de Mesoamérica, los mexicas. Si seguimos en este virtual viaje en el tiempo, podemos decir que la historia relatada en este libro comienza el 18 de febrero de 1519, con la partida de Cortés de la isla de Cuba al frente de una misión que incluía: 10 naves, 100 marineros, 508 soldados, 16 caballos, 32 ballestas, 10 cañones de bronce y algunas piezas de artillería de corto calibre.
         El Conquistador llega a tierras mexicanas el jueves santo de 1519, coincidencia que ya presagiaba el inicio de una Pasión sin Resurrección incluida. Con él venían otros conquistadores que la historia consignaría como estereotipos de la crueldad y la incomprensión: Pedro de Alvarado (al que los indios llamaban Tonatiuh [“el Sol”] por su rubia cabellera), quien fuera el causante de la masacre descrita en el inicio de este texto; Francisco de Montejo, el futuro conquistador de los mayas en Yucatán; Bernal Díaz del Castillo, quien consignaría en la Historia verdadera de la conquista de Nueva España, el proceso militar seguido por Cortés. La visión de los vencidos es la descripción puntual de la manera en que los llamados “indios” por confusión geográfica vivieron, sufrieron y resistieron al empuje colonizador de la corona española. Narra la génesis de la conversión religiosa; la alianza de Cortés con los pueblos enemigos de los mexicas, lo que a la larga se revertiría contra ellos; la ambición desmedida de los europeos a la vista del oro; la aparición de personajes determinantes en la configuración de la identidad nacional, como Malintzin (la Malinche) o Jerónimo de Aguilar (el primer traductor europeo de Cortés) o Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (el príncipe indígena converso al cristianismo que, por ser el primero, le fue puesto el nombre del rey europeo); la conquista a sangre y fuego de la capital del imperio mexica; el cautiverio, tormento y ejecución del último emperador mexicano, Cuauhtémoc; y, finalmente, la progresión de esa conquista a los demás territorios americanos.
         La visión de los vencidos es una visión dolorida, sangrienta, vergonzante, una visión propia de los conquistados. No es el relato del conquistador héroe viajando por el mundo desconocido para gracia y riqueza del monarca español; sino la del soldado inmisericorde en busca del beneficio personal. Nada de lo relatado es exageración o fábula, todo concuerda si tomamos en cuenta el cariz que tomó la empresa colonial posteriormente. El libro compilado por León—Portilla es una muestra de un proceso que siguió su paso por todo el continente americano. Tal como lo cantaron los implicados (y derrotados) en ese camino:
...Allí (en Coyoacán) se pusieron de acuerdo (los españoles) de cómo llevarían
la guerra a Metztitlán. De allá se volvieron a Tula.
Luego ya toma la guerra
contra Uaxaca (Oaxaca) el capitán.
Ellos van a Acolhuacan, luego a
Metztitlán, a Michoacán...
Luego a Huey Mollan y a Cuauhtemala, y a
Tehuantépec.
No más aquí ahora. Ya se refirió como fue hecho ese papel.



Miguel León—Portilla (Introducción, selección y notas), La visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2002 [1959].

lunes, julio 21, 2008

Sacrificio

Los demonios miraron
al hombre perdido
que sin más ceremonias
ni dolor aparente
tomó la ardiente espada
entre sus manos
y saludando al sol
y a su reflejo
asestó golpes mortales
a la piedra
negra luna
gris espejo
de su propio
amortajado
corazón.

sábado, julio 19, 2008

La justicia


Juan José Cortés es un gitano. Es un luchador. Es un hombre doliente. Es un vendedor ambulante. Es un predicador protestante. Y es, también, el padre de una hija ausente. Una hija arrastrada por la marea del asesinato y de la pederastia. Fiel a sus creencias religiosas decidió no buscar justicia por propia mano, sino permitirle al aparato judicial español que resarciera los daños que se le habían causado. Que el Estado español hiciera valer su papel de regulador social. Y debía hacerlo con un tipo reincidente que llevaba tras sí cuatro acusaciones similares a las del asesinato de Mari Luz, que así se llamaba la hija muerta y ultrajada.
          Y resulta que en España no existe la cadena perpetua. Es algo que atenta contra los derechos de las personas, según los detractores. Y Juan José y su familia, sobre todo el padre, se han dedicado a recoger firmas para evitar que este tipo de criminales vuelvan a salir a las calles. Uno entonces se pregunta: ¿cuánto pesa la justicia?, ¿a qué sabe el dolor de una persona como Juan José?, ¿cómo medimos el daño que le hacemos a los demás?
         Y en México, aún hay quien considera a Lidia Cacho una protagónica y exagerada. Desde acá una firma más, que no es española pero sí convencida.

La historia completa acá.

viernes, julio 18, 2008

Idea Vilariño








Es definitivo, la poetisa que más me pone es Idea Vilariño. Además de preciosa físicamente, de una claridad poética que muy pocos. ¡Idea gobierna!




DECIR NO...

Decir no
decir no
atarme al mástil
pero
deseando que el viento lo voltee
que la sirena suba y con los dientes
corte las cuerdas y me arrastre al fondo
diciendo no no no
pero siguiéndola.

DESPUÉS

Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma
su vertical
su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale por la puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie.

EL AMOR

Un pájaro me canta
y yo le canto
me gorgojea al oído
y le gorgojeo
me hiere y yo le sangro
me destroza
lo quiebro
me deshace
lo rompo
me ayuda lo
levanto
lleno todo de paz
todo de guerra
todo de odio de amor
y desatado
gime su voz y gimo
ríe y río
y me mira y lo miro
me dice y yo le digo
y me ama y lo amo
- no se trata de amor
damos la vida-
y me pide y le pido
y me vence y lo venzo
y me acaba y lo acabo.

ENTRE TUS BRAZOS

Entre tus brazos
entre mis brazos
entre las blandas sábanas
entre la noche
tiernos
solos
feroces
entre la sombra
entre las horas
entre
un antes y un después.

ESCRIBO, PIENSO, LEO

Escribo
pienso
leo
traduzco veinte páginas
oigo el informativo
escribo
escribo
leo.
Dónde estás
dónde estás.

LO QUE SIENTO POR TI

Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.
Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.
Lo que siento por ti, tan doloroso
como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.
Lo que siento por ti, y que sin embargo
anda tanto que a veces no te llega.


VIVE

Aquel amor
aquel
que tomé con la punta de los dedos
que dejé que olvidé
aquel amor
ahora
en unas líneas que
se caen de un cajón
está ahí
sigue estando
sigue diciéndome
está doliendo
está
todavía
sangrando.


Y, por supuesto, mi preferido (incluido en mi cuento "Mirada sesgada" y dedicado a otro grande, Juan Carlos Onetti, con quien vivió cuarenta años):


YA NO

Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.

jueves, julio 17, 2008

¿Alguien sabe quién inventó América? (Sobre La invención de América)


La originalidad consiste en ver algo que aún no puede nombrarse a pesar de estar ya a vista de todos. Según esté generalmente constituida la gente el nombre es lo primero que hace visible una cosa. Las personas originales han sido también en su mayoría las que imponen nombres.
Nietszche, La gaya ciencia


Hay una genial tira de Mafalda (como casi todas las tiras de este entrañable personaje) en la cual se encuentran la mayoría de sus amigos en el salón de clases. La maestra está relatando el proceso mediante el cual Cristóbal Colón consiguió financiar su empresa marítima: “...y pese a las burlas y a la incomprensión de todos, Colón seguía afirmando que la tierra era redonda”, a lo que Manolito desde el fondo del salón exclamaba en medio de una carcajada: “¡Redonda...! ¡Qué bruto!”. Pasó mucho tiempo antes de que se me ocurriera pensar en la reacción instintiva de Manuel Goreiro. ¿De verdad es una reacción bestia, como opinaría, seguramente, Susanita? Tendríamos que plantear preguntas o emitir frases con esa carga de absoluta verdad para probar nuestro tiempo de reacción. Probemos, por ejemplo, con un clásico: ¿Alguien sabe quién descubrió América? Supongo que nuestra velocidad de reacción ha sido más rápida que la de un auto deportivo. “¡Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492!”, hemos casi gritado al darnos cuenta que sabemos la respuesta.
          Pero, ¿alguna vez nos hemos detenido a pensar en el significado de tal frase? “Colón descubrió América”. ¿Es que acaso América no existía? ¿Por qué se dice que “la descubrió”? ¿Para “quién” la descubrió? Esas y algunas otras preguntas igual de interesantes son las que un día se planteó el historiador Edmundo O’Gorman en la redacción de su libro La invención de América. La edición de la que hablaremos a partir de este momento ha tenido, por necesidad, una historia pausada y cada vez más enriquecida. Hacia 1940, le fue encargada a O’Gorman la edición de una obra monumental acerca de la historia de América (La Historia natural y moral de las Indias, escrita por el padre José de Acosta). Fue después del estudio y lectura exhaustiva de este libro que el autor comenzó a plantearse una cuestión fundamental: ¿cómo era que la aparición de América en el seno de la cultura occidental podía ser explicada simplemente con que un día “fue descubierta”?
          El pensador se dio a la tarea entonces de tratar de discernir la manera en que, repentinamente y sin mayor cuestionamientos, se aceptaba la idea de la existencia del continente como una cuestión dada. Como si de repente uno caminara por la calle y se encontrara, de improviso, una moneda en el suelo y nunca se planteara cómo había llegado hasta ahí. O’Gorman partió de considerar a la definición de América como una cuestión ontológica. Es decir, revisar el proceso mediante el cual América se concibió como una “entidad histórica”. Más claro, plantear la historia de América, lo que implicaba aclarar su génesis; y no hablar de la historia sobre América, lo que exigía deslizarse por encima de un objeto (geográfico y cultural) existente sin mayor conflicto. Así pues, el investigador se dio cuenta que era una misión interpretativa con argumentos históricos la que tenía que emprender si decidía llevar a buen puerto sus pesquisas alrededor de tal problema. Por lo tanto, O’Gorman se dio a la tarea, no de hacer la relación del “Descubrimiento de América”, sino de explicar el origen de la “idea de que América había sido descubierta”.
          De esas reflexiones resultó un concepto que al autor, con el tiempo, le pareció insuficiente: “la conquista filosófica de América”. La descripción de ese proceso dio a la luz la aparición de un texto en 1942, Fundamentos de la historia de América, al que seguirían consecuentemente tres más que ahondarían en esa preocupación: Crisis y porvenir de la ciencia histórica (1947), La idea del descubrimiento de América. Historia de esa interpretación y crítica de sus fundamentos (1951) y La invención de América. El universalismo de la Cultura de Occidente (1958). Si prestamos atención en este último título ya aparece la palabra “invención” como eje explicativo del nacimiento de América como ente histórico para la cultura occidental.
          ¿De dónde provino plantear el concepto de “invención"? ¿Cómo fue que se sustituyó por el de “conquista filosófica” o, más aún, por el de “descubrimiento”? La respuesta la da el historiador cuando afirma que no se puede pensar en una “creación” de América, porque esto implicaría la producción de algo desde la nada (ex nihilo); pero que la idea de “invención” implicaba plantearlo como un proceso de llenar de significado una idea dentro del pensamiento occidental. Esto es, no se trataba de explicar el descubrimiento de una entidad física (la extensión territorial del continente), sino el de la invención de una idea a partir de una interpretación ontológica (esto es, el ser de América).
          La síntesis de todo ese esfuerzo interpretativo que llevó casi veinte años fue publicado tal como lo conocemos hoy en día en el idioma de Shakespeare (y de Whitman y de Allan Poe) en los Estados Unidos, concretamente en Bloomington, por la Indiana University Press en 1961. Traducida al inglés por el mismo autor, fue reeditado con añadidos y complementos en 1972 por la Greenwood Press de West Port, Connecticut.Finalmente, la edición definitiva se publicó en español en México en 1977 bajo el sello del Fondo de Cultura Económica con un subtítulo que lo diferenciaba de la edición anterior: La invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir.
          El cuerpo del libro se divide en cuatro partes, cada una de ellas indispensables para explicar la tesis que el autor plantea desde el Prólogo de la obra: América es una invención del mundo occidental del siglo XVI. En la primera parte, titulada “Historia y crítica de la idea del descubrimiento de América”, O’Gorman se dedica a explorar los textos y las relaciones que dan a Colón el crédito como el “descubridor” de un nuevo continente. Aquí no se plantea la llegada de los marinos europeos a las nuevas tierras como una carrera dentro de los carriles de la historia. Atendiendo a otras investigaciones, se puede especular que antes de la misión de Colón habían arribado a tierras americanas los navegantes nórdicos, algunos mencionan algunos vestigios polinesios y, unos más audaces, hablan de cierta expedición china. Pero el investigador no toma en cuenta estos arribos a una realidad física (el continente americano) sino el proceso que llevó a cargar de significado tal arribo, esto es, la concepción de que América era un nuevo continente. La comparación que el autor presenta es clarificadora y, en cierto sentido, polémica. Plantea el hallazgo de un manuscrito valiosísimo en determinado archivo medieval por un intendente. El mozo de limpieza lo observa con ojos interesados pero, al final, no puede saber qué es lo que ha encontrado. Es entonces que lo lleva ante un erudito que, seguramente, tendrá más luces al respecto. El erudito se da cuenta de la importancia del descubrimiento y se apresura a explicarlo, ubicarlo dentro de un contexto que haga más fácil su descripción y, finalmente, sacarlo a la luz. La pregunta clave en esta alegoría es ¿a quién corresponde la gloria del hallazgo? ¿al intendente que no supo nunca que había encontrado? ¿o al erudito que lo llenó de significado? A lo largo de su brillante disertación tomamos conciencia de una cosa importantísima: se atribuye a Colón el descubrimiento de un nuevo mundo cuando éste nunca tuvo conciencia ni convencimiento de que había arribado a nuevas tierras continentales. El Almirante genovés morirá en Valladolid en 1506 convencido de que había llegado al Asia tomando la ruta del poniente.
          En “El horizonte cultural”, la brillante y amena pluma del historiador nos lleva por las nociones e ideas que daban sentido y contexto al mundo en aquellos días en que la expedición colombina fue llevada a cabo. Las concepciones que había acerca de la conformación del mundo, la convicción inamovible de que sólo existían tres partes de tierra en el planeta (el orbis terrarum) que excluía a América y a la, en ese momento, inexistente Oceanía, las concepciones religiosas, las ideas acerca de la forma del planeta, etcétera. Todas esas creencias se unirán a textos de referencia (sobre todo relaciones de viaje como las de Marco Polo) para que Colón no pueda aceptar la posibilidad de que había arribado a un mundo nuevo. Las láminas que incluye el autor en esta parte son, de verdad, esclarecedoras.
          En “El proceso de la invención de América”, el autor se dedica a desmenuzar y argumentar con conocimiento de causa la forma en que Europa comenzó a fabricar una idea de las tierras que se hallaban hacia occidente. Así mismo comienza a desarrollarse los estudios en el sentido de que se había arribado a una zona del planeta que nadie había previsto: ni los geógrafos, ni los marinos, ni los sabios, y, mucho menos, los teólogos. La imagen del mundo como se concebía hasta ese momento se comienzan a fracturar por todos lados y se tiene que reconstruir tomando en cuenta esa nueva entidad continental. El clímax de este proceso llegará con la publicación, entre 1503 y 1504, de la carta titulada en latín Quator Americi Vesputti navigationes en la que Américo Vespucio anuncia que, después de revisar las evidencias que rodearon al proceso del “descubrimiento”, Colón había arribado a un mundus novus. Este texto fue incluido con cartografías de Martín Waldseemûller que ilustraban las ideas de Vespucio en un célebre folleto de la Academia de Saint-Dié llamado la Cosmographiae Introductio. Ahí es también donde nace la nomenclatura de nuestro continente, ya que la publicación apuntaba que como la idea de un nuevo continente “había sido concebida por Vespucio, no parece que exista ningún motivo justo que impida que se la denomine Tierra de Américo, o mejor aún, América, puesto que Europa y Asia tienen nombres femeninos”.
          Al final del libro, en “La estructura del ser de América y el sentido de la historia americana”, O’Gorman se dedica a caracterizar los mecanismos a partir de los cuales América se llegó a convertir en una entidad histórica que había tenido que ser inventada, significada y adaptada a las concepciones del mundo de ese momento. Así mismo se hace una reflexión acerca de la necesidad de aprender a pensar la historia de América desde otras perspectivas y dejar a un lado la tentación de seguir dando como ciertos los sobreentendidos que la historia oficial ha ido creando. Cuestionar los supuestos absolutos a final de cuentas.
          Todo lo cual me lleva al principio de este escrito. Al momento en el cual Manolito lanza ese “¡Redonda..! ¡Qué bruto!”. Antes de juzgarlo a la ligera, a mí me gusta imaginar un siguiente cuadro que Quino, en nombre del humor, jamás dibujaría. En ese cuadrito, Manolito se para frente a la clase, cual Galileo frente a la Inquisición, y afirma doctamente: “La tierra no es redonda, esto es, una esfera. La tierra es un geoide”, después de lo cual tomaría asiento con una sonrisa de lado a lado. Las ventajas de la duda razonada.

Edmundo O’Gorman, La invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir, México, Fondo de Cultura Económica, 2001 [1977].

miércoles, julio 16, 2008

Pérdidas


A lo largo de la vida las pérdidas más dolorosas son aquellas en las que se pierden cosas que nunca llegaron a pertenecernos del todo. Lo que sólo estuvo en el futuro, como perspectiva, como posibilidad, como "que tal si..." es fácilmente abandonable. Se va como las hojas de los árboles en el otoño de los arroyos de lejanas montañas. Lo doloroso de verdad es aquello que en determinado momento se concibió como presente posible. Como realidad deseable. Como la vida que queremos vivir. Y que algunos comenzamos a vivir sin permiso y a escondidas. Y después resulta que todo fue espejismo, sueño y eterna probabilidad en el futuro.
          En mi vida. Corta por la ausencia de grandes momentos. Más bien una vida normal de constancias simples y certidumbres necesarias. En mi vida ha habido pocos momentos en los que reconozca pérdidas importantes. Hoy fue un día de ésos. Hoy es un día en que me siento un poco mutilado a pesar de saberme entero. El dolor que siento es auténtico y durará, supongo, el tiempo justo y necesario.
          Tal vez la frase inicial de este post sea incorrecta. Tal vez las pérdidas más dolorosas sean aquellas en donde lo que creíamos nos pertenecía ni siquiera se percató de nuestra existencia. De nuestra verdadera existencia.

martes, julio 15, 2008

Sobre la Brevísima relación de la destrucción de Las Indias


con esto quiero acabar hasta que vengan nuevas olas de más egregias en maldad (si más que éstas pueden ser) cosas, o hasta que volvamos allá a verlas de nuevo, como cuarenta y dos años ha que las veemos por los ojos sin cesar, protestando en Dios y en mi consciencia que, según creo y tengo por cierto, que tantas son las perdiciones, daños, destruiciones, despoblaciones, estragos, muertes y muy grandes crueldades horribles y especies feísimas dellas, violencias, injusticias, y robos y matanzas que en aquellas gentes y tierras se han hecho (y aún se hacen hoy en todas aquellas partes de las Indias), que en todas cuantas cosas he dicho y cuanto lo he encarescido, en calidad ni en cantidad, de diez mil partes (de lo que se ha hecho y se hace hoy) una.
Este es el auto de fe que Bartolomé de Las Casas (Sevilla, 1474) dará en uno de los textos que, a lo largo del tiempo, se ha convertido en uno de los clásicos dentro del estudio de los orígenes y construcción de la identidad latinoamericana: Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Esta obra estaba dirigida al príncipe Felipe II —hijo de Carlos V, emperador de España—, y la causa principal estribaba en conmover el corazón del joven príncipe a fin de poner fin a los tormentos que los habitantes americanos sufrían en estas tierras. Las Casas será nombrado “Protector universal de los indios” por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros y mucho tuvo que ver el trabajo de recuperación histórica y de recreación narrativa que el dominico hizo de la conquista militar y espiritual de las tierras americanas.
          Bartolomé de Las Casas llegará a territorios americanos como uno más de los conquistadores que pusieron su planta sobre las recientes tierras descubiertas en el Caribe. Después de ser encomendero en la isla de Cuba es convencido por otro fraile a reconsiderar su posición y a emprender su cruzada en defensa de los indios. El mundo que el padre Las Casas intenta transformar es el de la América del siglo XVI, el de la génesis de un mundo que se fundamentaba en la conquista sangrienta, el dolor, la muerte y el martirio de millones de seres humanos que fueron masacrados en las luchas militares o esclavizados y disminuidos por el brutal sistema de encomiendas.
          La Brevísima... tiene una historia accidentada. Será escrita como una síntesis de las ideas que el autor generará después de asistir a las controversias de Valladolid en las que el defensor de los indios tenía la titánica misión de convencer a la corte real de que los seres encontrados en el Nuevo Mundo eran humanos, esto es, tenían alma, por lo que no tenían que ser esclavizados y masacrados. Por el otro lado se encontrará con los intereses colonialistas y los argumentos inmisericordes de un tipo como Juan Ginés de Sepúlveda, que concluirá que los habitantes del Nuevo Mundo no son más que homúnculos, esto es, animales atrapados en un cuerpo que parece humano. Las controversias de Valladolid tendrán un final relativamente feliz: llevarán al triunfo parcial de la postura de Las Casas al obligar a la promulgación real de las leyes de protección a los indios (las Leyes Nuevas de 1542); y a la justificación de importar negros esclavos de África para que lleven a cabo el trabajo que los naturales no podían llevar a cabo. Esta última cuestión atormentó a Bartolomé prácticamente hasta el fin de sus días.
          Pero la Brevísima... fue redactada después de promulgadas las leyes arriba mencionadas. La relación lleva por fecha de conclusión el 8 de diciembre de 1542, mientras que las Leyes fueron decretadas el 20 de noviembre de ese mismo año. Los contenidos que de ella emanan lo constituyen en uno de los trabajos de descripción de la trágica conquista española en América más polémica y, al mismo tiempo, más humana. Humana en el sentido de que España, a través de Las Casas, se convertía en el único imperio que se sometía a autocrítica con respecto a su intervención en el nuevo continente.
          La obra se dedica a relatar las barbaries que Las Casas presenció y aquellas que le fueron confiadas por testigos fiables. Es así como el sevillano se dedica a recorrer el mausoleo de horrores que iban de Cuba, Santo Domingo y México, hasta Nicaragua, Panamá y Perú. Un recorrido por el continente que se desangraba paulatinamente en la misma medida en la que los españoles arribaban a sus territorios.
          Las Casas se convertirá así, en un hombre que fundará la concepción moderna de los derechos humanos desde la perspectiva de un lugar en el que éstos fueron por completo desconocidos y atropellados. Será también el anunciador de la hecatombe cultural que tendrá como consecuencia el exterminio casi total de las culturas que la violencia europea tocaba. Dice en alguna parte del texto: “Han muerto y despedazado totalmente grandes y diversas naciones, muchas lenguas que no han dejado persona que las hable, si no son algunos que se habrán metido en las cavernas y entrañas de la tierra huyendo de tan extraño e pestilencial cuchillo”.
          El libro, al ser una denuncia descarnada de la situación americana, debe leerse como un documento que señala una parte de esa historia sangrienta y de la hecatombe cultural que significó (la muerte, cifra sumamente variable según los autores, de entre 5 y 50 millones de indios americanos); pero, al mismo tiempo, debe verse como el producto interesado de un abogado (Las Casas se licenció en Derecho en 1501) que pugna porque sus argumentos sean contundentes y, por lo tanto, se permite la posibilidad de la exageración de los hechos. Al final podemos ver que lo narrado por Las Casas no es, in strictu sensu, una descripción totalmente verídica. Pero lo que sí debe quedar claro es que, sin esa versión del dominico, no podría entenderse la historia de la conquista de América en toda la dimensión que tal hecho representó.
          Si bien los grandes carniceros, hablando en números, fueron los organismos más pequeños (los virus de viruela, gripe, tifo, etc.), Las Casas hará énfasis en la perspectiva ética de lo que las otras muertes significaron: las bajas militares, las muertes por sobreexplotación, los decesos por abandono espiritual ante la falta de libertad. Ese es el meollo del asunto. No podemos decir que las ideas del sevillano se hayan cumplido tal y como las había planteado; pero sí podemos decir que, gracias al papel histórico que le tocó desarrollar, después de él, el mundo no volvió a ser el mismo.

sábado, julio 12, 2008

Fuerza 10: La Tempestad



Recordaba con nostalgia algunos de los libros que me hicieron el lector que soy desde que andaba por la primaria-secundaria. Fui un ratón de biblioteca porque en mi casa no había costumbre (y a veces ni dinero) para comprar libros. Recuerdo con nostalgia un texto que es la mar de maravilloso y que debería servir de modelo para las publicaciones que la SEP y el SNTE quieren hacer ahora con lo de su famoso compromiso por la educación. El libro en cuestión es Proteo Fuerza 10, aunque su título original era Le monde des connaissances, L´encyclopédie en bandes dessinées.
         Este libro era un cómic en el cual se explicaban, a través de las aventuras de un androide que podía tomar la forma de cualquier forma viviente o mecánica, las cuestiones que se enlistaban en la mayoría de las enciclopedias juveniles. De tal forma, la primera parte del texto era una aventura ilustrada en donde Proteo, al lado del Dr. Hubertus, Mumuni, Toño y demás personajes, viajaban del espacio al interior de una célula, con tramas que incluían cuestiones amorosas, éticas, científicas y con una narrativa que, en varios de sus tomos como el referido a la vida, se comían al contexto de trabajo científico. La segunda parte era un listado de preguntas y respuestas hechas con discurso "científico" que aclaraban cuestiones que se explicaban a lo largo de la trama.
         La edición mexicana, a través de la SEP y Promexa, era una joya para coleccionistas. Se pueden encontrar en la mayoría de las bibliotecas del Sistema Nacional. Yo conseguí una colección casi completa (me faltan dos de los 18 tomos) y pude sumergirme, nuevamente, en la magia de este personaje y en las infinitas posibilidades de comprender, casi sin notarlo, cuestiones que la mayoría de los profesores de ciencias vuelven áspero e indeseable. De amplísima recomendación.

viernes, julio 11, 2008

Estaba un día el Santos blogueando...


Durante la década de los noventa, década genial en muchos sentidos, salió a la luz una de las glorias de la historieta mexicana: el Santos. Con acta de nacimiento en la revista La Croqueta y La mamá del abulón, de Guadalajara, el Santos (dibujada a cuatro manos por José Ignacio Solórzano [Jis] y Trinidad Camacho [Trino]) se convirtió en un fenómenos dentro del mundo de las tiras cómicas.
          En un mundo editorial en el que los refritos de las tiras norteamericanas y la transgresión entendida desde la inteligencia de Mafalda o el cinismo de Boogie el Aceitoso dominaban el panorama, el Santos venía a ponerle el grado de guarrez propio del caso. Parodia del inconfundible "Enmascarado de Plata", el Santos, junto al Cabo, el Peyote Asesino, el Diablo Zepeda, la Cuquis Corcuera, el Charro Negro, los zombis de Zahuayo, los gamborimbos, Godzila, las Poquianchis del Espacio, los cerdos Gutiérrez, y demás, hiceron las delicias de los lectores aferrados a las Histerietas de la antigua Jornada, y del Chahuistle (luego El Chamuco) de Rius, Helguera y compañía. Actualmente, en Ediciones B, van por la segunda docena de volúmenes. Un clásico.

jueves, julio 10, 2008

Rinconcito donde hacen su nido...


Un día como hoy (como dicen los mamones que se esmeran en parecer actuales y en estar dando contexto histórico con algo que solamente es dato vacío), pero, bueno, decía, un día como hoy, pero en 1519 se fundó la primera ciudad española en México. Me refiero a la Villa Rica de la Vera Cruz ("el pueblo generoso de la cruz verdadera"), que hoy es, Veracruz de Ignacio de la Llave. el responsbale fue Hernán Cortés. Fue el primer ayuntamiento en la América continental, sirva mencionar que sus primeros gobernantes fiueron Alonso Hernández de Portocarrero y un Francisco de Montejo, que después iría a territorios mayas a conquistar lo que hoy es Yucatán y Campeche, su hijo, del mismo nombre tendría a bien (?) fundar la ciudad de Mérida y le daría a la ciudad el pretexto para que su calle principal se llame Paseo Montejo. También le dio pretexto a una cervecería para que le pusieran nombre a una cerveza que a mí se me hace muy amarga y pretenciosa, pero que a mucha gente le gusta.
          La divagación viene a cuento porque me parece que este es uno de los actos fundacionales de la historia de México. No sólo en el sentido de la efeméride, sino en términos de que ahí iniciaba algo que no ha terminado de concluir: la transformación de la identidad cultural del mexicano. En esa Villa Rica comienza el andar de los españoles que hambrientos de oro y de fortuna buscaban encontrar la riqueza que a Colón le habían negado las islas del Caribe (que aún no existían como destino turístico). Ahí también Cortés se da cuenta que Malitzin, una princesa dada en tributo en territorio maya apenas tres meses antes, sabe náhuatl y la toma como su intérprete, a pesar de que ya se la había regalado a Portocarrero. En fin, que en Veracruz se puso de manifiesto, también, la poca habilidad lingüística que los españoles tenían, y la nula voluntad para intentar comprender a culturas que, de entrada, consideraban como inferiores.
          Todo esto viene a cuento porque Veracruz es uno de los lugares que más disfruto y en donde he tenido experiencias que me han marcado personalmente. El puerto es uno de los lugares en los que no dudaría establecer centro de operaciones. Es una ciudad que se presta para la escritura, la reflexión, la fiesta y el amor. Una nostalgia recorre sus playas inquietas, sus "nortes" repentinos y su muelle descuidado. Por algo Agustín Lara (que nació en Tlatlauquitepec, Puebla y cuya casa acaba de ser vendida por la hermana sobreviviente), prefirió ser jarocho que poblano. Algo que no se justifica, hasta que se disfruta del café del puerto.
          En fin. Nostálgico post. Por cierto, con Cortés también venía el rubio Pedro de Alvarado, un capitán bastante hijo de puta que, dice la leyenda, era tan mal hablado que su herencia expresiva llega hasta los habitantes actuales de la ciudad que rodean la laguna de Alvarado. Pero esa es otra historia, como decía el gordo de un banco desaparecido.

miércoles, julio 09, 2008

El fin de la historia del mundo



Anthony Burguess es un autor mundialmente reconocido. Sobre todo a partir de la adaptación cinematográfica que Stanley Kubrick hizo sobre su novela La naranja mecánica. Sin embargo, más allá de las comparaciones y los comentarios que despierta el contraste entre literatura y cinematografía (a Burguess nunca acabó de gustarle la versión kubrickiana), el resto de su obra parece condenada al olvido. Y vaya que tiene buenas obras.

Una de ellas es Fin de las noticias del mundo. En esta obra apocalíptica, se combinan tres relatos distintos, en diferentes registros y que, según palabras del autor en algún otro texto, perfiguraba las tres grandes revoluciones que el mundo había concebido: la revolución del psicoanálisis, el fracaso de la Revolución Rusa y el advenimiento de los medios de comunicación electrónicos como oráculo infalible.

Es así que el texto nos lleva de un desayuno con hamburguesas entre el matrimonio persidencial de los Estados Unidos (los Carter); a una construcción de ciencia ficción en donde la Tierra es amenazada por una fuerza alienígena que llevará al planeta, irremediablemente, al "fin de las noticias del mundo", en un guiño más que literal para Fukuyama y su "fin de la historia"; de ahí, el autor nos transporta a una reseña-proyecto-paráfrasis de una comedia musical que narra la visita de Leon Trotksy al Nueva York de 1917; para, finalmente, presentar una biografía de Sigmund Freud que aparece en las pantallas (y en las páginas) como una telenovela.

Con fuerza narrativa y una imaginación desbordada, es un texto que merece una lectura atenta. En una de ésas se descubre a un escritor que es más que la fama construida por una sola obra.

martes, julio 08, 2008

Del Diario de Susan Sontag


La llegada del orgasmo ha cambiado mi vida. Estoy liberada, pero no hay que decirlo así. Más importante: me ha cerrado, ha cancelado posibilidades, ha logrado que las opciones sean claras y definidas. Ya no soy ilimitada, es decir, nada.
          La sexualidad es el paradigma. Antes mi sexualidad era horizontal, una línea infinita con posibles infinitas subdivisiones. Ahora es vertical; sube y se acaba, o nada.

···

El orgasmo concentra. Deseo escribir. La llegada del orgasmo no es la salvación sino, además, el nacimiento de mi ego. No puedo escribir hasta no encontrarlo. La única escritora que podría ser es la que se expone a sí misma... Escribir es gastarse, as apostarse. Pero hasta ahora no me ha gustado ni el eco de mi propio nombre. Para escribir me debe gustar mucho mi nombre. El escritor está enamorado de sí mismo... y crea sus libros a partir de ese encuentro y esa violencia.

viernes, julio 04, 2008

Umbrales



Quise entrar cuando vi las puertas casiabiertas.
Las cortinas corridas, el sol en pleno.
De un tiempo a esta parte traigo mi maleta a cuestas.
Quise mirarla sin usar mi espejo
(herencia de Perseo mitológico).
Toqué la orilla de su falda de piedra
y se incendió en besos de repente.
Me alojé en su lecho, ya en campaña,
pero los recuerdos la persiguen inclementes.
Bebí de su cáliz larga lágrima
dolor viejo de heridas sin destino.
Soñé que todo sueño ha sido.
Pero su respiración me habita y me sumerge.
La tengo en mis dedos y resbala,
río abajo, mar revuelto, lluvia a veces.
El viento cerró la puerta.
Y yo estoy afuera tiritando.

jueves, julio 03, 2008

En Colombia

No pude evitar conmoverme profundamente al ver el abrazo que Ingrid Betancourt le dio a sus hijos Lorenzo y Melanie. Pensar que durante seis años una persona pueda estar desconectada de su gente más cercana, rodeada de extraños y pensando que la muerte es un opción que en su caso, entre pasa más el tiempo, es más real, debe resultar abrumador.
          La liberación de Betancourt, más allá del botín poliítico que representa para Álvaro Uribe y para los medios, es una llamada de atención sobre los métodos que la guerra ha adquirido en los más recientes años. El secuestro como una forma de obtención de dinero y de cobertura mediática en muchos casos ha dejado de ser un medio para convertirse en un fin.
          Llama la atención la entereza de Betancourt, la claridad de ideas que tiene para hablar de los demás secuestrados, la necesidad de recuperación de la vida diplomática en la antigua Gran Colombia (Ecuador, Venezuela, Colombia) y la vocación política que transpira por los poros.
          Los hijos parecen cortados con una tijera similar. Lorenzo no pasó de largo la oportunidad de mencionar que la liberación de su madre no suspende o termina con el dolor que aqueja a secuestrados en todos los lugares del mundo.
          Si bien es cierto que las FARC parten de la existencia (y continuidad) de una situación de desigualdad social que prevalece, cabe mencionar que su papel dentro del conflicto colombiano se ha complejizado como ninguno dentro de la historia de los movimientos armados en AL.
          Aunado a la situación de clandestinidad se añade el narcotráfico, la relación conflictiva con los paramilitares, la relación establecida con manifestaciones políticas de otros países y la desinformación que rodea incluso el actuar y papel de esta agrupación beligerante. Es casi seguro que vendrá una reacción por parte del grupo armado y que tendrá consecuencias para otras familias que, tal vez sin deberla, se verán involucradas en la espiral de violencia que azota a Colombia prácticamente desde hace 40 años. El panorama no pinta, por mucho, prometedor.
          Mientras tanto, sólo nos queda ver a Ingrid Betancourt y a sus hijos fundidos en un abrazo. Pensar en cómo, cada quien, se hace responsable de sus propias batallas y piensa que su lucha, ésa por la que se mantienen en pie, es la única que tiene sentido. Es lo mismo que piensan también, seguramente, muchos de los guerrilleros de las FARC. Lo duro de ser humano. La convicción de poseer la única verdad.

miércoles, julio 02, 2008

Trabajar


Va más de una persona que se admira y abre tamaños ojotes cuando les digo que este año no saldré a ningún lado de vacaciones. Estaré trabajando en los textos de mi tesis de Maestría y preparando mis cursos, tanto los de la Universidad (tengo dos cursos en la Iberoamericana, uno para historiadores y otro para estudiantes de letras)como los de la preparatoria en la que trabajo cotidianamente (me tocan grupos con los que revisar el siglo XIX: Neoclasicismo, Romanticismo, Realismo y Modernismo); revisando textos del libro de cuentos que estoy escribiendo sobre la Sierra Norte de Puebla; preparando un proyecto de radio para Lazo Latino y Unión; y leyendo los primeros textos para el segundo número de Nostromo. Alguien dijo que estoy enfermo, que soy un workahólico. Es decir que mi forma de comportamiento con respecto al trabajo resulta, para varios, enajenante y patológica.
          Mi padre tendría serias objeciones acerca de considerar al trabajo como una enfermedad. En ese sentido, es uno de los enfermos más resistentes, necios y constantes que la dichosa alteración de comportamiento tiene en el ser humano. Igual y en una de ésas (me encantan las frases que no significan nada pero que dicen mucho) es genético y ¡chin!, me jodí.
          La cuestión es que me gusta. Adivino más ojotes de gente leyendo esto. Disfruto estar haciendo cosas y disfruto mucho terminarlas. Eso me da oportunidad de tomar nuevos proyectos y actividades. Me gusta el cansancio que otorga el trabajo, dejarme caer en la cama y sentir que se puede vivir. No busco hacerme rico. Entiendo que hay maneras más rápidas y eficientes de hacer billete que trabajando. Simplemente quiero sentir que soy útil, que puedo dar a los demás, que nunca me voy a avergonzar del dinero que traiga en la bolsa; porque todo eso es fruto del trabajo. Alguien estará pensando en Max Weber y La Ética protestante y el espíritu del capitalismo. Pero tampoco. No me considero esencialmente religioso. Mi familia sí lo es y lo disfruta. Yo no. Y también disfruto esa postura entre cínica y abierta a la sorpresa.
          Simplemente disfruto trabajar. Como disfruto tomarme una cerveza con mis amigos. O leer un buen libro. O ver durante horas la temporada recién adquirida de Boston Legal. O bañar a mis gatos. O tomarme un café. O hacer el amor. O escuchar música a todo volumen. O manejar en carretera con las ventanillas abiertas.
          Sí, también yo sé que la vida no es sólo trabajar. Pero eso también me gusta. Qué enfermo, ¿no creen?