miércoles, enero 31, 2007

De capacidades

Siempre he oído decir que el cuento es uno de los géneros literarios más difíciles; y siempre he tratado de descubrir por qué la gente tiene tal impresión respecto de lo que considero una de las formas más naturales y básicas de la expresión humana.
          Aún me inclino a pensar que la mayor parte de la gente posee una cierta capacidad innata para contar historias; capacidad que suele perderse, sin embargo, en el camino. Por supuesto, la capacidad de crear vida con palabras es esencialmente un don. Si uno lo posee desde el inicio, podrá desarrollarlo; pero si uno carece de él, mejor será que se dedique a otra cosa.
          No obstante, he podido advertir que son las personas que carecen de tal don, las que, con mayor frecuencia, parecen poseídas por el demonio de escribir cuentos. Estoy segura que son ellas quienes escriben los libros y los artículos sobre "cómo se escribe un cuento".
          Un cuento es una acción dramática completa, y en los buenos cuentos los personajes se muestran por medio de la acción, y la acción es controlada por medio de los personajes. Y como consecuencia de toda la experiencia presentada al lector se deriva el significado de la historia. Por mi parte prefiero decir que un cuento es un acontecimiento dramático que implica a una persona, en tanto comparte con nosotros una condición humana general, y en tanto se halla en una situación muy específica. Un cuento compromete, de un modo dramático, el misterio de la personalidad humana.
          Para el escritor de ficciones, en el ojo se encuentra la vara con que ha de medirse cada cosa; y el ojo es un órgano que además de abarcar cuanto se puede ver del mundo, compromete con frecuencia nuestra personalidad entera. Involucra, por ejemplo, nuestra facultad de juzgar. Juzgar es un acto que tiene su origen en el acto de ver. En la escritura de ficción, salvo en muy contadas ocasiones, el trabajo no consiste en decir cosas, sino en mostrarlas.
          Un buen cuento no puede ser reducido, sólo puede ser expandido. Un cuento es bueno cuando ustedes pueden seguir viendo más y más cosas en él, y cuando, pese a todo, sigue escapándose de uno.
          En la mayoría de los buenos cuentos es la personalidad del personaje lo que crea la acción de la historia. En la mayoría de esos cuentos, siento que el escritor ha pensado en una acción y luego seleccionado un personaje para que la lleve a cabo. Usualmente, existen más probabilidades de llegar a un buen fin si se comienza de otra manera. Si se parte de un personaje real estamos en camino de que algo pase antes de empezar a escribir, no se necesita saber qué. En verdad, puede ser mejor que uno ignore lo que sucederá. Cada uno debe ser capaz de descubrir algo en el cuento que escriba.

Fragmento de "El arte del cuento", por Flannery O'Connor

/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*
Hoy a las 16.00 hrs. transmiten parte de una entrevista que me hicieron en relación a Memoria del polvo. En el 660 de AM, Radio Ciudadana.

sábado, enero 27, 2007

Segunda Jornada

El día de ayer fue agotador. Terminé echado (así, como vaca babosa) a las diez de la noche sin disfrutar de los paraísos alcohólicos que San Luis ofrece al mundo. Hemos revisado al menos un texto de cada uno de los escritores de la disciplina de cuento. Las observaciones han sido amables, algunas fuertes, pero amables; el tutor se ha mostrado abierto a reconocer cuestiones valiosas en los textos y ha dirigido las sesiones de manera bastante ordenada. Hoy nos espera una sesión un tanto más pesada. Tenemos que revisar doce textos en tres sesiones de dos horas cada uno.
          Algunos de los asistentes ya muestran su cansancio, unos por las jornadas de trabajo y otros porque la fiesta les ha tocado en dosis más concentradas y prolongadas. Yo me descubro con una actitud un tanto indiferente a esas cuestiones. Es probable que a pesar de que el encuentro es de "jóvenes" en realidad me esté poniendo un tanto viejo. En el camino al encuentro terminé de leer el libro del que ahora es mi tutor en este proyecto y me pareció una muy buena historia. Desarrolla de manera densa el papel de la religión en una sociedad conservadora como la de San Luis. El pretexto es la biogradía de la madre Conchita. Sí, aquella que junto con el padre Agustín Pro, han sido consagrados como mártires católicos, e incluso beatificados. En fin, eso amerita otro post.
         Me voy, que ya se me hizo tarde. Again.

viernes, enero 26, 2007

Crónica de los primeros días

Ayer comenzó el Primer Encuentro de Jóvenes Creadores 2006-2007 en la Ciudad de San Luis Potosí, Encuentro en el que asisto como integrante de la pléyade de nuevos talentos artísticos que le darán vida a la anquilosada vida cultural mexicana. (¡Ah, verdad! Ya quiten esa cara de "y ahora este mamón qué pedo", conseguí su atención y era lo único que me interesaba). Comienzo mi crónica diciendo que el viajecito fue pesado: seis horas en un camión de segunda disfrazado de primera (y que me hizo lanzar una mentada de madre cuando vi el slogan de la empresa: "La línea más cómoda de México", la concha e sú...).
          Nos presentaron a nuestro tutor (David Ojeda), un potosino cuya primera actividad curricular fue introducirnos en las delicias del mezcal de la región en una cantina de ésas tradicionales que cada vez están teniendo más adeptos. Mezcal apurado con prisa, pero que resbaló como por su casa hasta el fonde del estómago.
          Después vino una plática por parte del tutor acerca de la literatura, del papel del autor, de las características del cuento, en fin, de cosas que, a pesar de que se cree saberlas desde siempre, nunca está de más que alguien te las recuerde con tanta pasión y claridad.
          David Ojeda es una persona amable. Hasta ahora se ha mostrado como un escritor que toma en cuenta cosas que se alejan de la visión de un burócrata cultural (que no lo es) y lo acercan más a un ser humano sensible y atento con sus pupilos. Hoy comienza la revisión densa de los textos, a ver qué es lo que pasa.
          Por la tarde casi noche nos dirigimos a lo que se llaman "sesiones plenarias" en los que cada uno de los becarios tienen que exponer la naturaleza de sus proyectos. Me extenderé más en un post que estoy pensandop para describirle la de joyitas que se dejan apreciar (oración mitad irónica, mitad en serio).
Por la noche unos rones en la cantina de Don Pedro con la Banda Cuisillos y Ana Gabriel a todo volumen. Y a dormir.
           Está a punto de empezar la segunda jornada. Seguiremos informando.

miércoles, enero 24, 2007

Por una cabeza

Había llegado a la estación por la noche y no tuvo reparos en quedarse a dormir en una de las bancas de concreto que había en la estación de autobuses. No supo, más bien no tenía conciencia, del tiempo que había pasado entre que tomó ese autobús sin fijarse a dónde lo llevaba y el arribo del dragón domado a los corrales de la central.
          La había visto. Fisgoneando por en medio de las cortinas había atestiguado que la mujer que suponía única y propia (su mente no la concebía en otra situación más que en la de pertenencia) estaba en brazos de otro hombre. Miraban juntos la televisión echados sobre un sofá al que ya se le veían varios lustros encima. Se veía cómoda.
          Él la había abordado en la oficina en la que laboraba redactando versiones estenográficas de entrevistas de gentes a las que ni conocía. La veía pasar a diario con su vaso lleno de café caliente. El vapor que se desprendía del vaso de unicel se quedaba durante algunos instantes flotando por encima de los cubículos, confundido con su perfume. No pasaba desapercibida. Nunca. Siempre había un instante para ver pasar al objeto del deseo.
          Su curiosidad, a la par que la atracción, hizo que se decidiera a hablarle. La esperó a la salida del trabajo. La abordó diciéndole que no se asustara. Obviamente se asustó. No puedes acercarte a alguien y decirle que no se asuste. Después del sobresalto, le explicó que trabajaba en el mismo sitio y le invitó a un café. Ella dudó. Pero, después de un instante de ésos que se miden en eternidades, aceptó la invitación.
          Así fue como comenzó a conocerla. O a creer conocerla. Cada tarde tomaban un café (ella era una fanática de los expressos concentrados), platicaban de las nimiedades que ocurrían en las oficinas, chismorreaban sutilmente sobre algunos de los habitantes de ese laberinto de cubículos, y, sólo algunas veces, deslizaban comentarios sobre su vida privada.
          El día que se atrevió a preguntarle si era casada, las manos le sudaban de manera copiosa. Rogaba al cielo que ella no se diera cuenta de su nerviosismo, por lo que seguramente sobreactúo o se comportó de manera exagerada. Ella le dijo que no, que no estaba casada. Él dijo “yo tampoco”, con una naturalidad que no fue fingida pero sí apresurada. “Y bueno, tenemos algo en común”, dijo ella. Después se despidió con un beso en la mejilla que él sintió mucho más cerca que nunca. Cuando se recuperó de la sorpresa, ella se había ido y él se estaba metiendo a uno de los vagones del metro. Repetía inconscientemente el mismo camino de todos los días. Directo a su casa. Entró y cerró la puerta tras de sí.

Se había jurado, en un primer momento, que esperaría hasta el otro día para proponerle que tuvieran una relación más cercana. En realidad nunca encontró las palabras para proponerle algo que no sabía qué era. Pensó que era una cuestión en la que ya no se reflexionaba, un ritual que había perdido adeptos: encontrar las palabras exactas. La ansiedad lo consumió decidió que no tenía que esperar al siguiente día para decirle... lo que se le ocurriera en el momento en que tuviese que decir algo. Sabía donde estaba la casa de ella. Llegó en un taxi que no tardó demasiado debido a la hora y a la tranquilidad de la zona. Fantaseó incluso con la posibilidad de no volver a su casa esa noche. Se bajó y echó a andar hacia donde suponía se daría una de las escenas más recurridas en las comedias románticas del cine. Hasta había una escalera. Y también unas cortinas. Y entonces vio a través de las cortinas. Y el rumor de un autobús llenó la noche...

No era la mentira lo que le jodía la cabeza. Era su propia condición incompleta. Su proyecto de vida fragmentado. Hasta donde llegaba su memoria (y solía llegar muy lejos), todo se reducía a una serie de fracasos que se iban anudando en un rosario que le podía garantizar la paz divina sin ningún problema. Era una vida de “ya merito”, una vida de “casis” repetidos al infinito. Eso era lo que realmente le molestaba. Ver cómo otra vez se había encontrado a las puertas de lo que suponía la felicidad y perderlo todo. Así nomás. [Una mujer se acerca por el pasillo cargando una maleta]. Todo se reducía a pensar en ese nudo en el estómago que a partir de ese momento no lo dejaría vivir en paz. [La mujer se deja caer en el otro extremo de la banca frente al hombre, lleva una maleta pequeñita. Lanza un suspiro]. Se había lanzado al vacío sin preguntar, se lo repetía en la cabeza una y otra vez y ya no le pareció más un lugar común: la gente se aventaba al vacío, a algunos alguien los rescataba, y otros simplemente se hacían mierda contra el pavimento. [La mujer saca un cigarrillo de una caja maltrecha. Se lo pone entre los labios e intenta encenderlo. La chispa del mechero no enciende. Lo intenta una vez más y se rinde. Con el cigarrillo en los labios lanza una mirada retadora a lo largo y ancho de la amplia sala de espera. Sólo hay otra alma en el lugar. Otro extraviado]. Seguir buscando por toda la eternidad. Perder el rumbo y la meta a escasos metros. Saberlo de antemano...
                                                            Miradas que se cruzan. Mira los labios más que el cigarrillo. En el bolsillo de él hay un mechero que sí enciende. Se acerca y sin decir palabra ofrece el fuego. Ella deja salir un hilo largo y sinuoso de humo que huye avergonzado hacia el techo de la terminal. Van hacia el mismo lugar. O eso afirman.

/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*
Se disfruta mejor si al mismo tiempo escuchan:

POR UNA CABEZA

Por una cabeza de un noble potrillo
que justo en la raya afloja al llegar
y que al regresar parece decir:
no olvides, hermano,
vos sabés, no hay que jugar...

Por una cabeza, metejón de un dia,
de aquella coqueta y risueña mujer
que al jurar sonriendo,
el amor que está mintiendo
quema en una hoguera todo mi querer.

Por una cabeza
todas las locuras
su boca que besa
borra la tristeza,
calma la amargura.

Por una cabeza
si ella me olvida
que importa perderme,
mil veces la vida
para qué vivir...

Cuántos desengaños, por una cabeza,
yo juré mil veces no vuelvo a insistir
pero si un mirar me hiere al pasar,
su boca de fuego, otra vez, quiero besar.

Basta de carreras, se acabó la timba,
un final reñido yo no vuelvo a ver,
pero si algún pingo llega a ser fija el domingo,
yo me juego entero, qué le voy a hacer.

martes, enero 23, 2007

Pedir las nalgas

Ayer fui a la Librería del Sótano (la que está frente a la Alameda) y salí con una impresión más que mala. El personal que labora ahí tiene un insano sentido de la paranoia, ya que piensan que los que acudimos a ese lugar tenemos más intenciones de robarnos un libro que de comprarlo, por lo que tenemos que soportar la vista más que pesada de un señor pelón con camiseta negra e intercomunicador como de guardaespaldas gringo que nos ve y se hace pendejo... nos ve y se hace pendejo... El tipo del "guardarropa" (que guarda todo, menos ropa) con una jeta del tamaño del huevo derecho de Dios, con un mal humor digno de mejores causas. Y los güeyes que atienden, no mames, parece que les estás pidiendo las nalgas en lugar de orientación para encontrar los libros que buscas.
          Por lo regular opto por buscar por mí mismo los libros que me interesan, pero en esta ocasión no aparecían por ningún lado. Cuando pregunté el tipo hizo una jeta como si en vez de decirle que me ayudara a buscar La santa de San Luis de David Ojeda, le hubiera comunicado que me andaba cogiendo a su mamá (o peor, a su papá). De los dos textos que le pedí uno (el que más me interesaba) se encontraba agotado; y el otro (el referido de Ojeda) fue el único que pasé a pagar a la caja. Y sí. La cajera compartía el humor de mierda del resto del personal. Creo que es considerable la cantidad de personas que atienden, la naturaleza del trabajo que realizan (en contra de todas sus expectativas, seguramente); pero aún así, creo que la atención puede ser mucho mejor. No estoy diciendo que tengan que tratar a los lectores como si fueran el pachá de Persia (si es que en Persia hay un pachá); pero sí creo que, al menos, podrían ser neutrales y no agobiarnos a los demás con su mal humor.
          Regularmente salgo molesto de las librerías porque no me alcanzó para comprar lo que quería comprar, esta vez no fue el caso. Eso me pasa, pienso después al descelofanear mi adquisición, por no ir a mi proveedor habitual: la librería del FCE de Universidad, ahí el sistema de clasificación de sus estantes permiten al lector el placer íntimo, pero placer al fin, de hallar el libro buscado entre todos los demás. Necesito una limpia de karma.

*/*/*/*/*/*/*

Por cierto, el libro de Ojeda está resultando una buena sorpresa.

jueves, enero 18, 2007

Quiero escribir, pero...

¡Traigo una sequía literaria! Por más que intento nomás no. Me siento completamente cercado. De repente se me ocurre algo, o me acuerdo que se me había ocurrido, y cuando intento escribirlo sobre la pantallita nomás no. A veces tengo unos sueños fenomenales, de best seller o de Premio Nobel, y cuando despierto la historia ha partido a terrenos más lejanos. Intento habitar en la memoria y me doy cuenta que soy un paranoico al que no le gusta hablar de su vida privada. Intento hablar de la vida privada de mis familiares, amigos, conocidos; y me doy cuenta que sus historias me parecen tan buenas que desearía haberlas vivido yo, y entonces prefiero esperar a que me pasen a mí. Intento hablar de la vida cotidiana, de los gatos dándole en la madre a mis sillones, del café que hoy sabe más amargo que de costumbre, de la basura que se está acumulando junto al fregadero; y descubro que lo cotidiano es tan aburrido que seguramente no vale la pena ni contarlo.
Entonces me pongo a leer y me doy cuenta lo lejos que está la Ítaca que he elegido. Sé que lo que me gusta está muy lejos de lo que yo podría hacer y entonces quiero escribir, pero...
De los lejanos, por ejemplo, éste:

Intensidad y altura

Quiero escribir, pero me sale espuma,
quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita, sin cogollo.

Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay toz hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.

Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.

Vámonos! Vámonos! Estoy herido;
Vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.


Vayamos pues...


Más poemas de César Vallejo acá.

miércoles, enero 17, 2007

Inventario de los primeros días


Ahora que se está haciendo un dizque recuento de los logros del nuevo gobierno, yo quiero hacer un recuento personal a partir de lo que, como humilde observador y ciudadano de este barco percibo:
          1. Aumento de los precios de las tortillas, los huevos, las autopistas, el pollo, la leche... (más lo que se acumule en la siguiente media hora). Estos aumentos parecieran nimios o insignificantes para un buen número de ciudadanos. Lo es para aquellos con empleo y un salario más o menos digno. Para los que sobreviven con el mínimo, seguramente es un golpe que influirá fuertemente en su deteriorada economía. ¿No será un castigo porque todos los jodidos de este país votaron por el otro aspirante a dueño del circo?
          2. Asesinatos políticos (de y para...). Lo que deja claro que la lucha por los puestos de poder en este país están tan peleados que inclusive el hecho de asesinar a los demás justifica el fin. Mientras se cacarea a todo pulmón la dizque cruzada contra el crimen.
          3. Militarización excesiva. Veo al chaparrito de lentes decir en El Salvador que aguas con los regímenes dictatoriales (ya sean de derecha o izquierda), aludiendo seguramente a las dictaduras militares, y me pongo a pensar si no se mordió la lengua. Pienso en Argentina, en Uruguay, en Brasil. Todos estos casos de violencia de Estado comenzaron con el arribo del ejército al poder de facto de sus respectivos países. Pero no le puede uno pedir memoria histórica a quien carece de sentido común.
          4. Asesinatos de migrantes. Que se reducirá finalmente a una nota diplomática con el mismo peso del papel higiénico que se usa en cualquier garito de la patrulla fronteriza.
          5. Reducción del presupuesto a la educación pública. Lógica estrategia de los organismos internacionales que rigen la economía para impedir el crecimiento económico y social de una nación sumida en los atrasos tecnológicos y en la dependencia impuesta en los hidrocarburos, las materias primas y la fuerza de trabajo. Mientras no se vea a la educación como el camino más firme para el desarrollo de un pueblo, nunca podremos salir de la situación en la que nos encontramos.
          6. Censura y autocensura en los medios. Se prohíbe la transmisión de programas tipo El privilegio de mandar por "lesionar la imagen de la institución presidencial" (como si hiciera falta un programa de televisión para eso).
          6. Depresión. Y lo que viene...

lunes, enero 15, 2007

¿La soledad del individuo o la esperanza de la humanidad?


Viendo películas con harto retraso, me topé con Children of Men, la más reciente cinta de Alfonso Cuarón. Este es un director que me gusta. Si bien sus obras mexicanas (Sólo con tu pareja e Y tú mamá tambien...) no son de mi agrado y se me hace de lo peorcito del llamado “nuevo cine mexicano”, creo que su obra en Hollywood nos ha dado más material para juzgar su versatilidad y la diversidad de temas que trata. Dejando a un lado su oscura versión de Harry Potter (la mejor de la serie, creo yo, hasta ahora), su trabajo en cintas como A Little Princess y Great Expectations, han dado una buena muestra de las capacidades de este, joven aún, director de cine.
          Después de ver Children of Men, entendí por qué no me gustan las películas de Alejandro González Iñárritu. Así, por contraste. Y lo entendí cuando me di cuenta que la imagen del mundo que los dos directores han creado en su obra difiere en los planteamientos. Mientras Iñárritu se solaza en contar historias tristísimas y deprimentes en donde nunca hay un sólo momento en que la vida se ponga a mano; Cuarón retrata un mundo que puede ser igual de injusto y ojete, pero que incluye lo que de humano queda en el hombre: el humor, la solidaridad, el entendimiento. Iñárritu se clava profundamente en el individuo y lo que pide para sí (Arriaga es un excelente guionista con tropezones en la construcción de reacciones emocionales en algunos de sus personajes, aunque Los tres entierros de Melquíades Estrada es muy buena); Cuarón retrata una realidad que atañe a lo que la humanidad puede construir o destruir sin darse cuenta.
          Esta fábula trágica de ciencia ficción narra la situación absolutamente apocalíptica (y en esto hay que ser claros, las imágenes que construye el director en su película son las que corresponderían a un futuro como los pesimistas creemos que va a ser; no tiene esa refinada limpieza de la ciencia ficción tecnológica tipo Yo, robot; ni la suciedad artificial al estilo 12 Monkeys; Children of Men ocurre en una sociedad a punto de colapsarse y absolutamente sucia, real) que vive la humanidad en el año 2027, época en la cual ninguna mujer puede concebir bebés. El fin de la humanidad está marcado por la imposibilidad de reproducirse como especie. Y por los problemas que cuestiones como la inmigración tienen en países como el Reino Unido, en donde el fascismo opera sorteando los obstáculos de diversas agrupaciones terroristas. Es en este contexto en el cual una chica resulta estar embarazada, lo que otorga una nueva esperanza a la humanidad. El trabajo del protagonista Theo (Clive Owen) será llevar esa semilla de esperanza hasta el mar, en el cual una embarcación de una asociación clandestina llamada The Human Project, se hará cargo del bebé y la madre.
          Podemos decir que la esperanza y la solidaridad es el eje central de esta cinta. Valores que contrastan con el oportunismo político y el individualismo exacerbado que muchos de los seres humanos ejercen en el mundo actual. He ahí la diferencia y la causa de mi malestar con respecto a la obra de Iñárritu: él habla del pobrecito individuo que está atrapado en una sociedad a la cual no puede contradecir o cambiar; Cuarón habla de una sociedad en la cual la esperanza para la especie todavía es posible. Iñárritu plantea la visión de un mundo corrupto y sin remedio; Cuarón alude en cada una de sus escenas a las posibilidades de lo sagrado y a la existencia de elementos como la fe, que dan una nueva visión de la vida, esto es, lo sagrado como la posibilidad de la vida.
          Como nota final, creo que la actuación de Sir Michael Caine como un hippie trasnochado es, simplemente, genial. Lleno de humanidad, llevando a cuestas sus broncas personales, pero con una visión de la vida que ya quisiéramos más de uno. Personajes recordables, bien dibujados. Cinta memorable, se tiene que ver.

viernes, enero 12, 2007

Dragones de similares


La historia es estereotípica, pero finalmente buena, bien contada. No conozco el libro y, sinceramente, la película no ayudó para animarme a tener un acercamiento al texto. Todo apunta a la idea de redención del héroe, el galán pobre y joven que resulta ser el elegido, la cenicienta en plan guerrero y todas las fórmulas que hace a las películas "familiares" exitosas. Y sin embargo, la película es mala como discurso de Calderón hablando del alza a las tortillas.
Uno no puede creer que los productores le paguen a los guionistas por escribir unos diálogos taaaaaan malos. Todo es acartonado, inmóvil, como de estampita de papelería o de tarde de Lo que callamos las mujeres o Mujer casos de la vida real (pero con dragones, se entiende).
Si a los malísimos diálogos le sumamos una ingenuidad que raya en la ineptitud a la hora de dirigir a los actores, tenemos un bodrio que no quedará en la memoria de ningún admirador-practicante-curioso de la literatura/cine fantásticos. Es vergonzoso atestiguar como se desperdicia el talento de actores como John Malkovich, Jeremy Irons y Robert Carlyle. De hecho, y con harta malicia, hasta se diría que los actores están incómodos y pensando si realmente esa única toma que hicieron y que el director dio por buena, realmente lo era.
Diríamos que los efectos especiales la salvan. Pues no. La dragona (Saphira) es una de esas creaciones digitales que ya no sorprenden a nadie y con una relación maternal-masoquista con el protagonista que realmente da hueva (incluso el dragón menso y de dos dimensiones de esa joya de Disney, Mi amigo el dragón, resulta más entrañable). Efectos especiales como de programa de televisión de mediano presupuesto (yo pensé más de una vez en Xena, ¡y me dio nostalgia!), secuencias supuestamente de vértigo que pierden incluso frente a las gráficas de videojuego, en fin, una decepción.
Ya lo había prevenido Teoría del caos en alguno de sus post anteriores, pero la necedad que es vocación necesita comprobar en bostezo propio lo que otros ya han atestiguado. Suspiro.

jueves, enero 11, 2007

Un poeta que escribe novelas

8. LOS UTENSILIOS DE LIMPIEZA

Alabaré estas carreteras y estos instantes. Paraguas de vagabundos abandonados en explanadas al fondo de las cuales se yerguen supermercados blancos. Es verano y los policías beben en la última mesa del bar. Junto al tocadiscos una muchacha escucha canciones de moda. Alguien camina a estas horas lejos de aquí, alejándose de aquí, dispuesto a no volver más. ¿Un muchacho desnudo sentado junto a su tienda en el interior del bosque? La muchacha entró en el baño con pasos inseguros y se puso a vomitar. Bien mirado, es poco el tiempo que nos dan para construir nuestra vida en la tierra, quiero decir: asegurar algo, casarse, esperar la muerte. Sus ojos en el espejo como cartas desplegadas en una habitación en penumbra; el bulto que respira, hundido en la cama con ella. Los hombres hablan de rateros muertos, precios de chalets en la costa, pagas extras. Un día moriré de cáncer. Los utensilios de limpieza comienzan a levitar en su imaginación. Ella dice: podría seguir y seguir. El muchacho entró en la habitación y la cogió de los hombros. Ambos lloraron como personajes de películas diferentes proyectadas en la misma pantalla. Escena roja de cuerpos que abren la espita del gas. La mano huesuda y hermosa hizo girar la llave. Escoge una sola de estas frases: «Escapé de la tortura»... «Un hotel desconocido»... «No más caminos»...

De Amberes de Roberto Bolaño. La pueden bajar gratis aquí.

martes, enero 09, 2007

Apunte encontrado en una vieja libreta


“Un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación. Cualesquiera dos de ellas, y a veces una, puede suplir la falta de las otras. En mi caso, una historia generalmente comienza con una sola idea, un solo recuerdo o una sola imagen mental. Un escritor trata de crear personajes creíbles en situaciones conmovedoras.
          Obviamente, debe utilizar, como uno de sus instrumentos, el ambiente que conoce. Mi talento reside en las palabras, debo tratar de expresar torpemente en palabras lo que la música pura habría expresado mejor, es decir, que la música lo expresaría mejor y más simple, pero yo prefiero usar palabras, del mismo modo que prefiero el silencio al sonido, y la imagen producida por las palabras ocurren en el silencio. Es decir, que el trueno y la música de la prosa tienen lugar en el silencio. Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía o a colocar ladrillos. Para escribir una obra no hay ningún recurso mecánico, ningún atajo. El escritor joven que siga una teoría es un tonto, uno tiene que entenderse por medio de sus propios errores, la gente sólo aprende a través del error. El buen artista cree que nadie puede darle consejos, tiene una vanidad suprema y un cinismo exacerbado. No importa cuánto admire al escritor viejo, quiere superarlo...”
Ernest Hemingway

miércoles, enero 03, 2007

La lectura en vacaciones

Como ya es tradición en este escribidor, las pasadas vacaciones de fin de año, a pesar de mis siempre urgentes necesidades de ponerme a hacer cosas que tenía pendientes desde mucho tiempo atrás, no hice nada. En primera porque una de las semanas de vacaciones me la pasé echado como vaca babosa para recuperar parte del aspecto humano que me caracteriza y dejar atrás el look zombie que me habían endilgado las obligaciones laborales que tuve a fin de año. Y la segunda semana (ajá, justo cuando me proponía a realizar los correspondientes pendientes impudientes), me atrapó una infección estomacal marca libre (de piedad) y me tuvo completamente postrado al menos durante tres días. Así llegó el viernes y me dí cuenta que no tenía sentido engañarme al pretender hacer algo en las vísperas inmediatas del Año Nuevo. En conclusión: no hice nada. Bueno, sólo leí, que como es cosa que se hace por placer no cuenta. He aquí mis observaciones acerca de lo leído en estas escasísimas dos semanas.


Tiempo de alacranes de Bernardo Fernández (aka BEF). Lo primero que me vino a la mente después de leer esta ponedora novela fue: ¡Aquí hay una película! ¡Taquillera y con garantías de ser vista! Sin embargo, ya sabemos que a nuestros inteligentísimos "productores" les interesan más las historias rosas y estúpidas tipo Cómo besar sapos (o una mamada semejante) y [D]Efectos secundarios que las historias bien pensadas y escritas con talento e imaginación. Tiempo de alacranes es una fantasía de Tarantino (el final es un guiño innegable a la edición-construcción de este cineasta) en el (los) desiertos del norte de México, con escalas de alucine en Canadá con un trío de nuevos ricos estilo Natural Born Killers. Alberto Ramírez "el Güero" es el protagonista de esta historia en la que narcotraficantes, policías corruptos (valga la redundancia), sicarios, mujeres cachondas y arrebatadas, e hijos desmadrosos de narcos y diplomáticos balcánicos, se dejan tostar al sol mientras el olor de la pólvora se esparce por todos lados. Más que recomendable. Ganó varios concursos por si todavía están dudando.

Cuentos violentos compilados por Norma Lazo. Una serie de historias en las que se desarrolla como tema y pretexto la cuestión de la violencia. Una recopilación dispareja que me dejó más descontento que satisfecho. Hay algunas cuestiones interesantes, pero la mayoría son obras menores. Se puede resaltar "Los culpables" de Juan Villoro, en donde la culpa más que la violencia es el eje que une la historia de dos hermanos dispuestos a redactar un guión de cine triunfador. "El despertar de la calle" de Eduardo Antonio Parra sería la parte oscura y punk de toda la melcocha que la Navidá dejó por ahí, un muy buen cuento que califica para ser de lo mejor del volumen. "Eso que no es el mundo" de Rafael Antúnez también me gustó; tiene un regusto a literatura negrísima que deja pensando por un buen rato. "Médico y medicinas" de Luis Arturo Ramos es un ejercicio interesante sobre la obsesión que las personas pueden establecer sobre los demás, sobre todo cuando los demás son una recua de inseguros. "La iluminada" de Claudia Guillén es una buena reflexión sobre el fanatismo religioso, aunque creo que el final es forzadísimo. "Neutral" de Naief Yehya es un cuento en un registro distinto al de los demás incluidos en la antología; un excelente texto que explora los sinsentidos de la guerra y el papel de los medios. Finalmente, J. M. Servín relata una historia de esas que le encantan a Cristina Pacheco, pero sin la manipulación sentimental de esta última; el final del cuento es de lo mejor. En fin, que este es un libro legible pero nunca memorable.

Llamadas telefónicas y Putas asesinas de Roberto Bolaño. La noción es urgente y cada vez se va haciendo más cliché: Roberto Bolaño es un imprescindible. Se tiene que leer. Este libro de cuentos deja las sensaciones mezcladas, el cerebro alborotado, los referentes vívidos. Hay algo de Borges en Bolaño, es cierto, pero también hay mucho de Raymond Carver, de Cortázar, de Beckett. Por sus cuentos transita la angustia, la soledad, el destierro, el exilio, pero también el humor, la esperanza, la filosofía. Leído al mismo tiempo que Putas asesinas, la sensación que deja Llamadas telefónicas es la de estar leyendo a un escritor atemporal, brillante: un clásico. En estos textos encontré uno de los mejores cuentos que he leído en mi vida, "Detectives", uno de esos relatos en los que uno de da cuenta de lo lejos que está la pretensión del que se cree escritor, de la genialidad del que solamente lo es.

Seguiremos informando...